“Lanzarme a la carretera –me refiero a dejarse llevar por la carretera- cambió a la persona que creía ser. La carretera es caótica, tan caótica como la vida real. Nos saca de la negación y nos arroja a la realidad, nos saca de la teoría y nos arroja a la práctica, de la prudencia a la acción, de la estadística a las historias; en definitiva, nos saca de nuestras mentes y nos arroja a nuestros corazones. Juntos con los peligros reales y el buen sexo, la carretera es una de las cosas que te hacen estar cien por cien vivo en el presente.” - Gloria Steinem
Conducir en la carretera es, sin duda, una de mis actividades favoritas. No importa si el viaje es corto o largo, si son dos ruedas, cuatro o si me impulso solo a pedales. De día, de noche, bajo la lluvia o la luz de la luna, conducir en la carretera es mi terapia infalible.
Tomar las riendas para soltarlas. Estar en control para perderlo. Avanzar para estar.
En Bali hay una carretera que se extiende por lo alto sobre el mar. Recuerdo conducir en moto por ahí, embriagada de libertad y gritar, gritar con todo lo que tengo dentro. Pletórica, con el corazón que no cabe en el pecho, agradeciendo en voz alta. A mí misma. Por haberme llevado hasta allí.
Lo hacía también en París. Allí no podía gritar, pero cantaba. Mi pequeño rincón en español ambulante. Mi bicicleta, Bacilos, Carlos Vives, Juan Luis Guerra (cualquier latino que haya migrado entiende la nostalgia de mi playlist mental), y yo, atravesando la ciudad, cruzando el Sena e incomodando parisinos, con la Torre Eiffel como testigo. Con mi capa invisible puesta, desbordando de locura como si nadie más existiera
Conducir en la carretera me pone feliz. Y cuando soy feliz, creo.
Existe ese mito del artista torturado, dice que quienes sufren son los más creativos. Yo no sé de eso. Solo sé que cuando la piel se siente bien, es cuando más me encuentro, cuando más soy yo. Y yo —y todos— somos crear, inherentemente.
Ana Ibañez, neurocientífica y autora de “Sorprende a tu mente”, dice que para aumentar la creatividad debemos sorprender al cerebro, alimentarlo con novedad, pero sin asustarlo. “De manera cómoda y optimista”. No se me ocurre método más evidente que emprender la carretera. Viajar para abrir el foco. Expandir y abrazar las ideas. Salir de nuestras mentes para arrojarnos a nuestros corazones, como dice Steinem.
Hace poco leí sobre la pérdida de creatividad en la adultez y las pequeñas rebeldías necesarias para recuperarla. Esta es la mía.
Cuando escaseen las ideas, lánzate a la carretera. Cuando te falte el aire o te sobre el ruido. Cuando no encuentres las palabras, o a ti mismo —que, al final, es lo mismo. Cuando necesites salir de tu mente y volver a tu corazón, lánzate a la carretera. Toma el mando y avanza. A veces, empezar por lo literal te lleva a lo figurado. La magia de las metáforas es que, si quieres, se vuelven realidad.
Pequeñas rebeldías creativas
Conducir sin rumbo. Sin podcasts, sin playlists. Cantando, mal y a todo pulmón. Gritando de felicidad.
Tomar mis caminatas matutinas diarias sin teléfono, con los bolsillos vacíos. Libre de cargas. (Lo literal siempre lleva a lo figurado).
Zambullirme en el mar de Padang-Padang a la luz de la luna.
Leer en papel. (En mi rebeldía, devolví un Kindle que me regalaron por mi cumpleaños).
Escribir a mano, sin propósito, sin reglas.
Regalarme citas a solas.
Reír y sonreír sin miedo a que las arrugas marquen mi piel
Conversar con extraños.
Tomar actividades que no sé hacer. Hacerlo todo mal y sentirme bien.
Viajar sola. Escaparme unas horas o un mes entero, al pueblo de al lado o al destino más remoto.
Te descubrí ayer y ya sin más eres mi cápsulita de alegría.
Buen artículo, por cierto 😃.